De la introducción

Se necesita un defi nitivo cambio en la consciencia y ya está en camino. Los dogmas del pasado ya no descansan en la fi rme base de la que dependieron por tanto tiempo, conforme más y más investigadores, algunos con sobresalientes referencias científi cas, públicamente expresan sus serias dudas en relación a las obsoletas teorías, predicadas como las sagradas escrituras de la Academia. La posición de la clase dirigente, en relación con la supuesta primera civilización de la raza humana en Mesopotamia y el Valle del Nilo; la imposibilidad de los antiguos marinos de cruzar los océanos desde Europa, el Cercano Oriente, África o Asia con dirección a las Américas, la falta de cualquier contacto entre los antiguos pobladores de México y Perú --estos y las atrincheradas posiciones similares se erosionan en un acelerado índice, bajo las duras preguntas presentadas por una nueva generación de investigadores. El conocimiento de la Atlántida es lo que sigue en la lista de los asuntos aún demasiado radicales para tomarse en consideración. Pero es el único y más explosivo punto de todos, porque su descubrimiento podría hacer estallar por los aires a la doctrina ofi cial de la Torre de Marfi l. Posiblemente esta es la razón por la cual los defensores de la Atlántida como un mito, sean tan inquebrantables. Después de tantas décadas de negación, ellos tienen demasiado qué perder.

Mi principal propósito al escribir este libro ha sido que a la perdida civilización reviva en la imaginación del lector. No es sufi ciente sólo discutir los hechos, sin importar qué tan convincentemente se haga. Hacer que la Atlántida tome vida en la mente, requiere de una persuasiva y verdadera base sobre la cual presentar una teoría explicativa, dramatizada por una creíble recreación. Los hechos en sí mismos necesitan desarrollarse de tal manera, que parezcan más bien, pistas de un fascinante misterio en lugar de desangrados componentes de simples conjeturas. A su vez, el misterio es examinado por una teoría que unifi ca toda la evidencia en una solución integral. Usando los elementos basados en hechos de esta unifi cadora teoría, incluí una recreación de lo que habría sido caminar en las calles de la Atlántida, visitar sus templos y palacios, y ser testigo de sus últimos días, a través de los ojos de los atlantes mismos. Se espera que una recreación como esa revivifi cará un tema, que por mucho tiempo ha sido atacado salvajemente por los desacreditadores profesionales, historiadores a medio cocinar y supuestos síquicos.

La verdadera Atlántida es bastante fantástica. Como tal, esta investigación no argumenta ni emprende ninguna especulación sin apoyo de la actual compresión del pasado. Evita las teorías ocultas y extraterrestres que desacreditan a la histórica Atlántida, entre los profesionales y el público a la par. Sólo confía en exclusiva en la información mejor establecida y en conclusiones razonablemente inferidas de ciencia moderna, historia reconocible y mito comparativo. Si no se puede de forma convincente, transportar la leyenda de la Atlántida a una accesible y racional teoría, descansando en buena parte en criterios documentados, entonces, después de todo, sólo es un cuento que no vale nuestra curiosidad. Pero una vez que se han hecho a un lado las especulaciones paranormales, permitámonos, por lo menos, la sufi ciente honestidad para seguir los hechos, a dónde quiera que nos puedan llevar.

Esto no sugiere que la Atlántida carezca de una dimensión genuinamente mítica. En verdad, estaba impregnada en misticismo. Toda la orientación de la cultura atlante estaba dirigida a obtener un fortalecimiento espiritual, a través del arte místico. No fue por nada que su primera fi gura mística, Atlas, fuera venerado como el instaurador de la astrología. Para estar seguros, ni siquiera un razonable examen puede evadir los aspectos de ultramundo en la historia de la Atlántida. Despojar a esta investigación de ellos, sería como perder la razón de ser de la Atlántida --y el motivo para su aniquilación. Pero el misticismo que se encuentra en estas páginas no está “canalizado”, ni conjurado mediante algún cristal favorito. Yo permito que cualquier magia ahí, esté para elevar su propia armonía. La verdadera sensación de admiración no se obtiene a través de las incertidumbres paranormales, sino al darse cuenta de la certeza histórica de que la Atlántida en realidad sí existió.

¿Por qué lo anterior debería ser interesante o importante? Al margen de su lugar como la verdadera cuna de la civilización, la Atlántida representa un aviso que necesitamos para llegar a comprender el fondo de nuestra alma. Desde que los atlantes elevaron su sociedad a su cumbre, el mundo no ha conseguido una civilización internacional similar. Pero ellos abusaron tanto de los principios fundamentales de su grandeza, a través de la arrogancia y ambición, que su entera sociedad se estrelló contra un horrible olvido. La muerte de una civilización (y cientos han caído antes que la nuestra)siempre es dolorosa.

Los norteamericanos no tienen derecho a asumir que su civilización continuará indefi nidamente, en especial cuando ellos permiten que proliferen fuerzas desfavorables a la supervivencia básica de su sociedad. Necesitamos analizar nuestro propio comportamiento, no sólo como una nación, sino como una especie, para apreciar qué tan vital para la llamada “plana mayor” puede ser una comparación de la Atlántida, antes de que ellos y el resto de nosotros seamos manipulados por las consecuencias de nuestras propias fechorías. La Atlántida es el supremo propósito de la tarea. Lo ignoramos por nuestra cuenta y riesgo.

EN LA SOMBRA DE LA ATLÁNTIDA
La Atlántida se puede reintegrar a la vida a través de la recopilación y comparación de evidencia en huellas. Ya que la destrucción de la capital fue de una naturaleza tan catastrófi ca, en gran parte es, a través de la evidencia literaria, histórica y mitológica de aquellos pueblos y personas hasta quienes llegaron los atlantes, que podemos seguir la historia. Si, por comparación, Roma hubiera desaparecido repentinamente en la cumbre de su grandeza imperial, sin dejar evidencia material de la existencia de la ciudad, aún así nosotros sabríamos mucho sobre ella, por el testimonio que permaneció de las sociedades a las cuales infl uyó directamente. El testimonio sobreviviente de los pueblos que la Atlántida tocó durante el apogeo de su imperio no es menos relevante. Hasta que sea la Atlántida misma descubierta, su ausencia física no invalida la posibilidad de su historia.

Pero la Atlántida es mucho más que algún problema arqueológico. De hecho, es más de lo que enteramente podemos expresar en palabras, porque es el trauma colectivo de nuestra especie: el lugar de nacimiento de la civilización terrestre, detonada en un grado de terror y culpa que marchitó la memoria de la raza humana desde aquellos tiempos hasta ahora. A partir entonces, su momento supremo de horrorosa extinción en masa, resuena a través de todas las generaciones, en las persistentes pesadillas de nuestra inconsciencia colectiva, como se expresa universalmente en los mitos de toda sociedad humana. Es tiempo de que despertemos de la pesadilla. Permitámonos sanar ese ausente recuerdo de nuestros orígenes, al recordar la gran gloria que logramos, pero descuidadamente perdimos, antes de que repitamos el proceso de la autodestrucción, al cometer los mismos terribles errores.